Encuerpa tu conciencia
Habita en tu cuerpo las revelaciones que llegan a tu mente.
El cambio que quieres, llega a ti y se consolida en tu vida, cuando logras sentirlo, expresarlo y habitarlo en tu cuerpo.
No cuando solo existe en tu pensamiento.
La conciencia encarnada hace que, cualquier esfuerzo que hagas en favor de tu crecimiento, sanación y expansión, sea haga realidad en tu vida.
Podría tomarme el atrevimiento de resumir cualquier trabajo de desarrollo humano, personal o espiritual en esto:
Sentir en tu cuerpo las revelaciones que llegan a tu conciencia, es la clave para experimentar un verdadero camino o avance en la vida.
Entonces, se abre la pregunta:
¿Cómo encuerpo mi conciencia?
¿Qué tengo que hacer para hacer vida todos los hallazgos que vienen a mi mente?
¿Cuál es el camino para lograrlo?
Respuesta: no sé.
Pero exploremos una posibilidad.
Hace algunos años le dije a mi terapeuta:
“Ya no me sirve de nada entender las cosas”.
Me sentía cansado y harto de estarme diciendo: “ya lo entendí”.
Ya entendí que mis padres no tienen la culpa, que nadie está en mi contra, que no soy insuficiente, que tengo recursos y capacidades, que puedo, que quiero, que soy…
Mi cabeza ha explotado de revelaciones a lo largo de mi vida y la mayoría se sienten como un gran progreso.
Hasta que, en algún punto, algo dentro de mí, comienza a darse cuenta que, entender, saber o conocer algo, es una pequeña parte del proceso, no la transformación misma.
Es ahí, donde encontré (y sigo encontrando) mi más grande frustración de vida.
Saber las razones de tu sufrimiento y saber lo que tienes que hacer para experimentar un cambio, no es suficiente para crear una transformación real en tu vida.
La cambio real (que todos buscamos) tiene paradas en el entendimiento. Pero no es el destino final de un proceso.
El fin llega con la muerte.
La transformación es y será constante a lo largo de nuestra vida.
Pero se consolida con mayor fuerza cuando tiene presencia en tu cuerpo.
Cuando no solo tienes mejores ideas, sino, cuando tienes sensaciones, emociones y sentimientos claros que impulsan tu desarrollo.
Si esto no sucede, algo no anda tan bien en tu proceso.
Pueden ser múltiples razones, pero una de ellas posiblemente tenga su raíz en tu sensibilidad.
No saber sentir.
Tenerle miedo a sentir.
Ignorar, rechazar o bloquear tu sentir, te puede estar impidiendo encarnar con claridad y contundencia la mejora de vida que estás buscando, o la que tanto llevas trabajo.
Sin sensibilidad, las revelaciones en tu conciencia se quedan como buenas ideas, grandes hallazgos, o increíbles intenciones.
Al respecto, he notado 2 cosas que crean topes, frenos y murallas a la hora de sentir más y mejor.
Lo primero es la glorificación del entendimiento.
Desde que nacemos hasta que morimos, habitamos un mundo que glorifica las ideas increíbles y los pensamientos creativos, inteligentes e innovadores.
Dejándonos en la firme creencia de que cuanto más entiendes, mejor ser humano eres.
Entonces, ahí tienes a varias personas en psicoterapia con dolor de cabeza y angustias existenciales, porque no entienden la causa de su sufrimiento, ni entienden por qué no hacen lo que se dijeron que iban a hacer.
Por otro lado, tienes a muchas personas sintiéndose insuficientes, tontas, avergonzadas o mediocres por no “ser” o “mostrar” su inteligencia y gran capacidad para argumentar o conversar.
Podemos experimentar mucha violencia en torno al entendimiento, sino comprendemos bien su función y lugar en nuestra vida.
Entender, en términos muy (pero muy) simples, es el proceso cognitivo de darle sentido y coherencia a las cosas.
No sé en qué momento decidimos depositar todo nuestro valor, progreso y dignidad en esta cualidad humana.
Pero al hacerlo, nuestra capacidad de sentir queda completamente abandonada. Es rechazada al grado de concebirla como un estrobo y algo inútil que solo entorprece nuestra vida.
Por otro lado, la segunda cosa que nos impide encuerpar nuestra conciencia es nuestra intolerancia a la incomodidad.
Detestamos la incomodidad (yo, en primer lugar).
Y sentir, es en gran medida una experiencia incómoda.
No importa lo que sientas, felicidad, gozo, tristeza o gratitud, llega un punto en el que sentirla tanto te genera culpa, remordimiento, cansancio, etc.
Sentir es tan incómodo que hemos creado todo un sistema sociocultural global, que invalida en su mayoría cualquier información que venga de ahí.
Tú y yo, sabemos que es más fácil sostener un pensamiento, que un sentimiento.
Es más fácil estar presente para alguien que llega a contarte sus ideas, a estar con alguien que llega para vaciarte sus sentimientos.
La sensibilidad incómoda, porque nos desarma, nos deja en un lugar de mucha vulnerabilidad, en donde la verdad se hace real. Algo que inevitablemente nos incomodará, porque nos exigirá algo que quizá no nos hemos atrevido a explorar.
De ahí que sea mejor racionalizar la experiencia para que sea más fácil de procesarlo y comunicarlo.
Pero esto solo nos da como resultado una insensibilidad, cargada de pensamientos, buenas ideas, revelaciones, pero no decisiones claras e importantes.
Con esto en mente, otra cosa que puede dificultarnos el proceso de encarnar nuestra conciencia es:
Centrarnos en la acción.
Cómo es tan incómodo sentir nuestro cuerpo, y tan fácil racionalizarlo todo, caemos inmediatamente en el razonamiento de: Si ya entendí las cosas, ahora tengo que hacerlo realidad.
Ejemplo:
Entendí que necesito hacer nuevos amigos para dejar de sentirme triste y solo. Ahora lo que tengo que hacer es ir a lugares a conocer personas.
A simple vista, suena un buen el plan. Parece ser un gran paso en un proceso de crecimiento y sanación.
Pero puede no serlo.
La acción inmediata que sugiere tu pensamiento cuando algo se revela a tu conciencia, no necesariamente es lo que tienes que hacer.
Salir a conocer personas, para erradicar la soledad y la tristeza, puede dejarte más solo y más triste de lo que estabas.
Por muchas razones puede suceder esto, pero en esencia es porque estás basando tus acciones en lo que entiendes, no en lo que sientes y lo que necesitas realmente.
Porque si partieras desde tu sentir, es probable que reconozcas que lo que buscan más que salir de la soledad y la tristeza, es ser reconocido y visto, quizá no por extraños, tal vez por tus padres o personas cercanas.
El punto es que, la verdad de ti, y de lo que quieres, están en lo que sientes, más que en lo que entiendes.
Pero quiero aclarar algo.
Accionar es importante para encarnar tu conciencia, pero antes tu cuerpo se tiene que sentir seguro y dispuesto para realizar esa acción. Es decir, la acción tiene que darse desde un sistema nervioso regulado, no alterado, apresurado o desesperado.
En otro momento, me detendré a hablar de esto.
Por ahora, espero notes (en términos generales) cómo se crea la enorme brecha entre lo que sabes que quieres y deseas hacer para mejorar tu vida, y lo que terminas haciendo en realidad.

Todo esto para invitarte a recrear tus siguientes pasos, de crecimiento o sanación.
Porque el objetivo de encuerpar tu conciencia, es el de hacer vida, esa transformación que quieres, y por la que tanto trabajas.
Y lo sé, aún no te digo cómo hacerlo.
Pero creo que ya puedes intuirlo.
Resumiré el camino de integración en estos verbos.
Sentir
Limitar
Valorar
Crear
Los invitan a la acción, pero toda acción, si quiere ser sostenida en el tiempo, tiene que tener su raíz en el sentir, más que en el entender, por eso…
Ocúpate en sentir.
Lo pondré fácil, haz una pausa todos los días de tu vida para preguntarte:
¿Qué siento?
La exposición constante a esta pregunta, irá abriendo paso a tu sensibilidad.
Pero es necesario pausar, dar una o dos respiraciones y registrar eso que sientes.
No importa el lugar, la hora o la situación, siempre es un buen momento para preguntarte esto y reconocer lo que está pasando en tu cuerpo.
Cuando esto se vuelva más familiar para ti, puedes ocuparte de los mensajes y las invitaciones que te hacen ese sentir.
¿De qué me habla mi enojo?
¿Qué me pide mi tristeza?
¿Qué quiero hacer con mi alegría?
¿A dónde me lleva mi afecto?
¿Para qué surgió el miedo ahora?
Toma estas preguntas y ponle el sentimiento que estés experimentando, y de ahí pasa al lugar clave de cambio: la elección.
Elegir qué hacer con lo que sientes, es una de las claves fundamentales de darle cuerpo a eso que pasa de tu piel hacia dentro.
Otra clave es:
Poner límites.
¿Cuándo escuchas la palabra límites, escuchas “prohibir”?
Pues toca ajustarlo. Porque los límites, más que impedir, crean oportunidades.
Las cosas más hermosas, sorprendentes e increíbles de este planeta suceden bajo ciertos límites.
La cotidianidad está repleta de límites.
Estos, además de crear orden, crear las oportunidades necesarias para sanar y crecer.
Decir que no, permite un sí a otras cosas.
Elegir, no estar en un lugar, permite estar en otros.
La bondad de los límites está en que nos ubica en un lugar de poder donde somos nosotros los que podemos hacer posibles, las cosas que más favorecen nuestro bienestar.
Elemento indispensable si quiere bajar de la mente al cuerpo tus grandes revelaciones.
Poner un límite a tu pensamiento, hace posible hacer una pausa para sentir y elegir.
Con esta acción aparentemente simple, puede comenzar a marcar la diferencia en tu vida.
Pero sí quiere agregarle algo más.
Valora(te)
Suena trillado, cliché y suena a pensamiento mágico, pero hay algo de real aquí.
Tú tienes que ser la primera persona en valorar quién eres, qué haces, qué no haces, que sueñas, que no quieres, qué alejas, etc.
Tu mayor enemigo está en casa (dentro de ti) y el antídoto para removerlo también está ahí.
Valorarte significa mirarte, escucharte, abrazarte, disfrutarte, admirarte, reconocerte, validarte, amarte…
Pero ojo aquí.
No se trata de convertir esto en tu única forma de existir, hacerlo te alejaría de los otros y anularía muchas de tus necesidades reales.
Valorarte, más que ensimismarte, es activar la compasión. Una cualidad que dota de ternura, escucha y presencia muchas de las cosas que haces todos lo días: mirar, escuchar, tocar, hacer, pensar, sentir, etc.
De esto estoy hablando, de mirarte, escucharte y construirte desde un lugar donde es posible cometer errores, mostrar tu “locura”, ser vulnerable, honesto, serio y divertido, sin juicios y castigos.
Hablo de aprender a valorar quién eres, qué haces, que eliges sin juicio, castigo o rechazo.
Esto hace permite que tu conciencia tenga oportunidad de encarnarse a su propio ritmo en tu cuerpo. No desde la prisa y la exigencia.
Por último.
Ábrete a crear.
Si hay algo que permite que las cosas del cielo bajen a la tierra es la creación.
Habrá que dedicarte toda una carta esto, pero en términos simples me refiero a: que tu mente, cuerpo y corazón se alineen con algo que nace de ti.
Lo sé, suena muy romántico, pero decirlo de otra forma le restaría poder a este acto.
De ahí que me duela escuchar cuando dicen: “crear contenido”. Algo en esa conjugación de palabras no anda bien, y, hable de esto en mi carta pasada, en fin.
Crear involucra tu mente, cuerpo y corazón.
Crear hace posible que tus pensamientos, sensaciones y deseos profundos encuentren una salida que no solo te hace sentir bien, sino que te permite existir de una forma divina.
Y no quiero hacer de esta cualidad humana algo inalcanzable, porque no lo es. No es exclusiva de artistas o inventores. No.
La creación está disponible para en ti, en una decisión, en gesto, en una conversación, en una relación, trabajo, o proyecto.
Crear es darle vida a algo que no existía y que, además, eso le dé vida a alguien más.
Lo repito, a veces esto puede ser una decisión, un sentir, una conversación, un gesto, un algo que encuentre su alineación entre tu mente, cuerpo y corazón.
En fin, ¿te quedaron dudas? ¿Quieres que profundice en algo particular?
Escríbeme @josecarloz__
Mientras tanto, todo el amor y todo lo mejor para ti.
